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Constanza Manríquez, la dramaturga que se adentra en los espacios de intimidad


Constanza Manríquez, la dramaturga que se adentra en los espacios de intimidad

Literata con estudios en Chile y España, desde siempre a Constanza Manríquez le han atraído las temáticas en torno a la familia y la intimidad. Movida por esta pasión, la dramaturga se introdujo en el universo desconocido de una joven pareja para dar vida a No despiertes a los niños. Su más reciente trabajo, con puesta en escena de Cristián Plana, dará el vamos a la quinta versión del ciclo Teatro Hoy.

Por Claudia Rojas

A los 9 años la mayoría de los niños no saben a qué se dedicarán cuando sean adultos. Al menos, no concretamente. Sin embargo, la regla no se cumplió para Constanza Manríquez. A esa corta edad, ya sabía lo que quería ser y eso era: escribir.

Literata de la Universidad Alberto Hurtado y posterior Máster en Estudios Literarios de la Universidad Complutense de Madrid, esta joven dramaturga (29 años) se inició en la escritura muy pequeña. “Casi por instinto”, asegura, fue introduciéndose en el mundo de las letras, habiendo incursionado ya en los libros, el teatro y la televisión.

Pero Constanza no sólo definió tempranamente el querer escribir, sino también sobre qué escribir. Fiel a sus intereses, ha ido desarrollando una carrera centrada en temas vinculados a la familia, los espacios de intimidad y, como define ella, en “una marginalidad más espiritual que social”.

Fue por esto que durante su estadía en España le llamó la atención escuchar a muchas mujeres y hombres decir que no les interesaba ser padres, sin ser cuestionados por ello. Esa libertad la motivó a preguntarse cuál es el poder que tienen actualmente ciertas convenciones culturales. Esa es una de las interrogantes que dio vida a No despiertes a los niños, su último texto teatral.

El montaje, con puesta en escena de Cristián Plana, se estrenará al público el 10 de abril para inaugurar la quinta versión del ciclo Teatro Hoy. En él se retrata la privacidad de una pareja joven que está atravesando una etapa compleja de su relación y que, al mismo tiempo, va descubriendo cómo su universo “se configura a partir de la fantasía y de cierta perversión que rompe con los moldes tradicionales”.

¿Por qué también indagar en el mundo de las “fantasías”?

Hace unos años, mientras ayudaba a mi hermana a estudiar para una prueba de Psicología, descubrí las denominadas parafilias. Me sorprendió saber que existía ese tipo de prácticas y lo conté en algunos contextos sociales. Luego pasó que se me acercaron algunas personas que habían vivido situaciones similares, a las que jamás me habría imaginado que les podría pasar.

Tú estás dentro del rango etario de los protagonistas de este montaje, ¿los conflictos y dinámicas que experimenta la pareja son parte de esta generación?

No sé si es algo exclusivo de un grupo etario o de esta generación, pero sí me parece que toca más a ese sector por coincidir con un momento de definiciones en torno a lo que significa un proyecto de familia. La problemática no se queda en eso, sino que se expande a los impulsos provenientes del deseo y del miedo, a los matices que puede adoptar la obsesión por un ideal, al cruce entre lo real y lo ficticio y al despliegue de acciones extrañas en un espacio privado donde nadie mira ni juzga.

Pero es algo que se oculta…

Pienso que sí. Creo que la obra habla un poco de eso, de que en realidad no tenemos la menor idea de lo que pasa en el departamento del vecino. Supongo que ocultarlo se relaciona con la dificultad de reconocerse, de enfrentarse a la propia oscuridad y con el miedo de mostrarse al mundo y a uno mismo de una forma con la que no nos queremos identificar.

¿Cómo ha sido el proceso de creación y el trabajo con Cristián Plana?

Tuvimos conversaciones previas en relación al teatro y a esta obra, entre otras cosas, y así surgió la inquietud de ambos de trabajar en un proceso donde existiese un diálogo entre la dirección y la dramaturgia. Quisimos pensar este proyecto como una forma de buscar una dirección común desde el comienzo y es por eso que fuimos perfeccionando el texto en función de la puesta en escena. Nos pareció interesante generar un lugar de encuentro, caracterizado por un espíritu de trabajo más integrado.

¿Qué te gustaría provocar en el espectador?

Cuando me preguntan ese tipo de cosas, suelo recordar a un profesor que dijo en una clase de literatura, que finalmente el motor que nos lleva a leer es el simple hecho de que la literatura “hace cosas”. Creo que lo mismo se aplica a otras artes y al teatro, especialmente. Es algo que ocurre en un momento irrepetible y que puede moverte piezas sin mayor explicación. Eso es lo que yo he perseguido siempre como espectadora y es todo lo que me interesa también provocar.

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