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PROGRAMACIÓN INTERNACIONAL: RECORDAR PARA EVOLUCIONAR


Las obras más de avanzada de la edición 2020 de Santiago a Mil tienen un denominador común: la ampliación de los formatos tradicionales y las lecturas sobre autores o sucesos del pasado. Hoy, más que nunca, la vanguardia mira atrás para entender dónde estamos y quiénes somos.

Por Vadim Vidal

Golpe al corazón

A veces sucede que el inglés tiene traducciones más poéticas que el español. Pasa poco, pero pasa. Ocurre con by heart por ejemplo. Si lo tipean en el traductor de Google les va aparecer “de memoria”. Nosotros memorizamos algo, ellos lo sienten. Tiago Rodrigues, creador portugués, recurre al primer ejercicio de toda representación teatral —memorizar— para contarnos la historia de su abuela, quien para combatir su pérdida de visión se aprendió el Poema 30 de Shakespeare. Y lo hace de una manera que involucra por completo a la audiencia: en By Heart, el director llama a diez espectadores para que recreen este ejercicio y se aprendan el soneto.

En tiempos de buscadores y autocorrectores en aparatos móviles, memorizar un texto resulta un ejercicio casi de resistencia política. By Heart, de hecho, nace a partir de una cita del crítico francés George Steiner: “Cuando diez personas se saben un poema de memoria, nada pueden hacer ni la CIA, ni la KGB, ni la Gestapo. Ese poema sobrevivirá”. Aquí no hay multimedia ni juegos de luces: solo diez personas memorizando su parte del soneto, hasta que una anécdota nimia hace cuajar todo en un resultado emocionante y poético.

Ven, seremos

El revisionismo es un clásico en las vanguardias del siglo XX. Pero si la pasada de cuenta a los padres por parte de los hijos es feroz, la mirada hacia los abuelos suele ser menos dura, hasta condescendiente. En Granma, metales de Cuba, cuatro nietos cubanos revisan el papel de sus antepasados en la revolución que en 2019 cumplió 60 años: Daniel, nieto del primer ministro para la nacionalización de la propiedad; Christian, un programador de software cuyo abuelo fue parte de las tropas en Angola; Milagro, una estudiante de historia que se pregunta por qué la revolución que le permitió estudiar apenas le permitirá ganarse la vida una vez que egrese, y Diana, la única con experiencia en las tablas, ya que es música y nieta de uno de los fundadores de la Orquesta Maravillas de Florida. Una propuesta de teatro documental del Colectivo Rimini Protokoll, donde sus protagonistas, premunidos de cuatro trombones (que en ocasiones se convierten en fusiles), desmenuzan desde los afectos el principal hito político latinoamericano, en una mezcla de testimonios, hechos históricos –el montaje tuvo años de investigación previa en la isla– y mucha, mucha emoción.

Mujeres fantásticas

Virginia Woolf sabía de transgresiones. Orlando, una biografía, su sexta publicación (1928), no solo trata del cambio de sexo de su protagonista (el primero en la literatura contemporánea), sino que se burla del género de biografías de grandes personalidades (que en su abrumadora mayoría son hombres), propias de la era victoriana. Orlando, ópera del nuevo paradigma para siete movimientos, una voz y un horizonte, de Julie Beauvais y Horace Lundd, sigue la senda de trastocar formatos: es ópera, instalación, performance, videoarte y música en vivo. Beauvais recorrió el mundo buscando siete “Orlandos”: personajes andróginos de Berlín, Kinshasa, Marfa, Londres, Varanasi, Belo Horizonte, Lisboa, Chandolin y la Patagonia, los que fueron filmados por Lundd durante la “hora azul”, el momento posterior al crepúsculo y que precede a la noche. Cada uno de ellos reproduce, al aire libre, un movimiento de extrema lentitud, y las siete coreografías se proyectan simultáneamente en siete pantallas. Con una partitura interpretada por un músico del país donde se presenta, Orlando es un montaje cuyo principal mensaje es que la existencia humana es mucho más que una binariedad de géneros.

Monstruos del ayer

Parece que no existe nada más moderno que lo antiguo. Hay múltiples ensayos sobre el tema, pero esta versión de Frankenstein lo resume proverbialmente: siguiendo al dedillo la obra de Mary Shelley, el colectivo Manual Cinema ocupa toda clase de instrumentaria orgánica (vientos, cuerdas y percusión, proyectores antiguos de cine, teatro de sombras y marionetas, etc.) para desarrollar la historia del científico que jugó a ser Dios. Y si el sueño de la razón produce monstruos, el ensueño retromodernista de esta compañía con base en Chicago busca recrear el horror con herramientas que pueden parecer kitsch, dedicándose a no mostrar del todo a la legendaria criatura hasta bien entrada la obra. Es como ver a Georges Méliès trabajando en vivo ante nuestros ojos. Así, este montaje se convierte en una verdadera máquina del tiempo, que además rinde homenaje a la figura de Mary Shelley, incomprendida en su época y –para variar– con una obra no reconocida hasta su muerte. Una experiencia multisensorial que expande las fronteras del teatro, basada en una historia que nació luego de una noche en que a Shelley la desafiaron a escribir un cuento de terror.


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