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Lemi Ponifasio: “EL PUEBLO MAPUCHE ES PARTE DEL PROCESO DE RENACIMIENTO DE CHILE”


El reconocido coreógrafo de Samoa trae a esta versión de Santiago a Mil Love to death (Amor a la muerte), coproducción de Fundación Teatro a Mil y su tercer acercamiento a la cosmovisión mapuche; una obra marcada por los sucesos que se detonaron tras el asesinato de Camilo Catrillanca. Pero no es un canto de rabia, sino una reivindicación del amor. El autor vuelve al país. Por cierto: a un país distinto al que conoció.

Por Vadim Vidal

ERAN 15 BAILARINES mapuche llevando a cabo danzas ceremoniales durante 40 minutos en la terraza Caupolicán del cerro Huelén. El montaje se llamaba Ceremonia-performance MAU Mapuche y sus intérpretes eran MAU Mapuche, agrupación formada y guiada por Lemi Ponifasio, considerado uno de los creadores más rupturistas de la actualidad. Era el inicio de los espectáculos gratuitos de la versión 2016 de Santiago a Mil. De pronto, un grupo de bailarines se manifestó en favor de la libertad de la machi Francisca Linconao. Para Lemi Ponifasio fue algo natural, ya que su trabajo mezcla constantemente rituales ancestrales de las comunidades del Pacífico y activismo político.

Ya había impactado en la versión 2015 de Santiago a Mil con I AM Mapuche, adaptación de su performance I AM que lo llevó a realizar un intenso trabajo de campo en Wallmapu y en las comunidades de Padre de las Casas para dar con el tono y la profundidad del montaje, premiado ese año como Mejor Obra Internacional según el Círculo de Críticos de Arte.

Su propuesta tiene poco que ver con el canon occidental de la danza contemporánea, la performance o el teatro. “Busco crear nuevas formas de actuación y arte basadas en lo local, la cultura y el entorno de las personas, y no en seguir las recetas del arte procedente de Nueva York o Berlín. No quiero hacer teatro como (Jerzy) Grotowski. Su teatro no puede hablar de la historia de mi abuelo o del pescador de mi río. Del mismo modo, hay belleza y justicia al ver a un mapuche interpretar el baile choique pürún (“danza del avestruz”) en lugar de imitar a (Vaslav) Nijinsky”, dice el artista que ha paseado sus trabajos en festivales como el Holland Festival, Avignon y Edimburgo, entre otros.

Este 2020, Lemi Ponifasio vuelve a Santiago a Mil con Love to death (Amor a la muerte), propuesta que une en escena a la bailaora de flamenco Natalia García Huidobro y a Elisa Avendaño Curaqueo, cantautora y promotora del arte y tradiciones mapuche. Esta es una performance en la que, sirviéndose de sus cuerpos y voces, ambas narran su biografía y los nexos que existen entre ellas.

Ponifasio conoció a las dos artistas en los ensayos de I AM Mapuche; a la primera, como instructora, y a la segunda, cuando apareció intempestivamente en sus reuniones con comunidades al sur del Río Cautín.

—¿Elegiste trabajar con ellas por el cruce de disciplinas o por el diálogo entre las culturas que representan?

—La verdad es que solo estaba pensando en ellas y sus vidas. Ambas son mucho más que representaciones culturales o encarnaciones de sus medios artísticos. Crear es una misión que va más allá de marcos artísticos o culturales determinados. Para nosotros, la condición del mundo en el que viven es muy importante: el entretejido entre sus seres, vidas e historias. Crear es un intento de tejer toda la historia de la existencia en un solo momento.

—Este es tu tercer trabajo con la cultura mapuche, ¿qué te interesa de ella?

—La mentalidad y la supremacía occidental nos han separado de la naturaleza y ha exterminado a los pueblos y culturas indígenas de todo el mundo. Eso es vergonzoso y una gran pérdida para toda la humanidad y el planeta en general. Pienso que nuestra tarea como artistas es iniciar diálogos con todas las culturas; un diálogo en busca del reconocimiento honesto de las conexiones que todos compartimos como seres vivos en la Tierra. Necesitamos construir mejores civilizaciones. Los mapuche nos enseñan eso: al ser criaturas de esta tierra, necesariamente debemos compartir y convivir con todos los seres sintientes.

Además, el pueblo mapuche es parte de la discusión y del proceso de renacimiento de Chile. La cultura mapuche tiene sus propias prioridades y visión —dice el creador. Y agrega:

—La cultura mapuche no es una caja de música que podamos tocar una y otra vez como si estuvieran extintos. ¿Qué significa ser mapuche? ¿Cuál es el papel del Estado en la determinación del futuro de los mapuche? ¿Respetará y preservará su cultura y sus formas de vida, o intentará borrar y erradicar todo lo que es importante y único para ellos: su cosmología y su forma de vida? ¿Y qué opinan los chilenos sobre estas preguntas y cómo entienden a los mapuche en relación con la sociedad dominante? Son preguntas complejas, difíciles, dolorosas y urgentes. Por supuesto, hay tantas maneras de abordar estos problemas como de ocultarlos. Es imperativo que intentemos responder estas preguntas de forma sincera y justa.

“La cultura mapuche no es una caja de música que podamos tocar una y otra vez como si estuvieran extintos”.—Lemi Ponifasio

AMOR Y MUERTE

El título provisional de la obra era Ailinco, que significa “agua que atraviesa un lecho rocoso” en mapuzungun. Un nombre que remitía a Lemi Ponifasio a las experiencias que acumuló visitando lugares como Temuco, Curacautín y Pitrufquen, a la gente que conoció, a las ceremonias a las que asistió, al silencio que guardó. Pero un hecho hizo cambiar el enfoque: “Cuando asesinaron a Camilo Catrillanca sentí que se estaba gestando un cambio. Las personas mapuche y no mapuche estaban hablando sobre injusticia, desigualdad y corrupción institucional. Incluso en Nueva Zelanda, chilenos y kiwis se manifestaban por la situación en Chile”.

Cuenta que al comenzar la creación con los intérpretes y ejecutantes, observó que las cosas en Chile se estaban intensificando, “como si una inundación de energía estuviera arrasando el país”. Un sentimiento que se hizo más evidente con la explosión social que comenzó el 18 de octubre. “Siento que las personas que perdieron la vida en estas manifestaciones no lo hicieron por su enojo, sino por la necesidad humana de transformación. Llamemos a esa necesidad ‘amor’. Entonces, dieron sus vidas por amor, de ahí el nuevo título de la obra”.

—¿Y cómo se manifiesta este cambio social en específico en la obra?

—Las protagonistas, en su búsqueda por saber quiénes son, a dónde pertenecen y la prueba de su existencia, son también Chile buscando su propia identidad. Su amor y sus sueños existen junto a la gente, como estamos viendo en estos tiempos. Su búsqueda también asemeja el viaje de la Tierra para encontrar su propio hogar. Estas son danzas existenciales, si se quiere. De alguna manera haces un solo baile en la vida, pero con diferentes capítulos.

—En una entrevista a The Clinic, en 2015, dijiste que te interesaba el desorden porque de ahí surge la cultura y la transformación. ¿Puede emerger algo del estallido actual?

—Esperemos que lo que pueda surgir de estos tiempos inciertos sea una determinación significativa para abordar la desigualdad, una participación más justa del “milagro económico” para todos y el fin de la marginación de los mapuche.


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