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Carlos Acosta: “Crear arte es enfatizar nuestra humanidad, nos hace más sensibles, más compasivos”


El reconocido bailarín cubano —que además de la danza ha incursionado en la literatura como autor de Sin mirar atrás y en el cine con su rol en la película Yuli—, adelanta desde Inglaterra detalles del espectáculo que traerá a Santiago a Mil 2020 junto su compañía Acosta Danza. Cinco piezas que representan lo mejor del repertorio de esta agrupación que ha recorrido el mundo con propuestas que mezclan lo clásico y lo contemporáneo.

Por Magdalena Andrade y Lorena Caimanque

La vida de Carlos Acosta (La Habana, 1973) ha sido varias veces comparada con un cuento de hadas. Nacido en Los Pinos, uno de los barrios más humildes de la capital cubana por aquella época, durante su infancia pasaba el día jugando fútbol y bailando break dance con sus amigos, una rutina que cambiaría abruptamente luego que su padre lo inscribiera, casi a la fuerza, en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba a la edad de 9 años.

Con una extensa trayectoria, Acosta es en la actualidad un referente mundial de la danza. Además de integrar por 13 años las filas del prestigioso Royal Ballet de Londres, ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Benois (2007) —conocido como el “Óscar de la danza” —, el Premio Nacional de la Danza de Cuba (2011), el Premio Nacional de Danza del Círculo de Críticos de Gran Bretaña (2015), entre otros reconocimientos como su reciente designación para asumir la dirección artística del Royal Ballet de Birmingham —uno de las más prestigiosos del Reino Unido—, cargo que comenzará a desempeñar en febrero de 2020.

Pero su importancia en el mundo de la danza va mucho más allá de los premios recibidos. Así, en 2016 funda en Cuba la compañía Acosta Danza, un espacio que ha fomentado el desarrollo de jóvenes artistas cubanos e hispanoparlantes, y que le ha permitido a una nueva generación de intérpretes ser vista en otros escenarios, sin necesidad de tener que dejar la isla: “Yo me fui de Cuba cuando era un adolescente a bailar en compañías del mundo y me quedé solo porque, a pesar de estar rodeado de personas y el éxito, el afecto no es el mismo, te falta el calor de la familia que es muy necesario sobre todo a una edad determinada, y también te falta tu cultura. Y, como yo, son muchos los cubanos que han salido a hacer su vida lejos de los suyos. Esto puede ser trágico porque son personas que se desarrollan lejos de su cultura, de su familia, sintiéndose solos, y por otro lado el país pierde ese talento. Hay muchos bailarines cubanos por el mundo. En Acosta Danza estamos tratando de que los bailarines puedan desarrollarse profesional y económicamente, actuar en grandes escenarios internacionales, tener una buena carrera y todo lo que necesitan sin alejarse de su país”, explica el director.

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La capacidad de hacer arte es lo que nos diferencia del resto de los seres vivos. Crear arte es enfatizar nuestra humanidad, nos hace más sensibles, más compasivos (...) Ojalá todos tuvieran la oportunidad de ver más danza, incluso de bailar mucho más. Las preocupaciones se alejan, el cuerpo se relaja. Creo que habría menos delincuencia. El mundo sería otro si todos tuvieran acceso al arte, si siguieran su espíritu porque el espíritu del arte es siempre noble

Carlos Acosta
Director de Acosta Danza

En su paso por Santiago a Mil 2020, Acosta Danza traerá una buena muestra de lo que han sido sus espectáculos: propuestas que combinan lo clásico y lo contemporáneo, y que buscan renovar y experimentar en los lenguajes de esta disciplina. Serán cinco piezas de destacados coreógrafos internacionales: Imponderable (2017) y Alrededor no hay nada (2016) del español Goyo Montero; Fauno (2009) y Mermaid (2017) del belga Sidi Larbi Cherkaoui; y Diez (2017) del español Jorge Crecis.

Sobre el repertorio elegido para presentarse en Santiago a Mil, Carlos Acosta adelanta: “Lo que llevamos es una muestra de los ámbitos expresivos en que se mueve la compañía. Somos una agrupación de perfil contemporáneo, y desde esa perspectiva incluimos todo lo que consideremos buena danza. Al festival llevamos obras de excelentes coreógrafos internacionales como Goyo Montero —director artístico de Ballet Estatal de Nuremberg—, del que bailaremos Alrededor no hay nada, con versos de Joaquín Sabina y Vinicius de Moraes, e Imponderable, sobre la obra del trovador cubano Silvio Rodríguez. Silvio grabó en su voz los textos recitados de sus canciones especialmente para esta obra. También se podrá ver Fauno que Sidi Larbi Cherkaoui creó a partir de La siesta de un fauno de Nijinsky, y Mermaid, un dueto que Charkaoui creó especialmente para mí. Presentaremos también Diez, una obra muy fresca de Jorge Crecis, que es como una instalación danzaría que mezcla la danza con el deporte y las matemáticas y que siempre ha sido muy bien recibida por el público. El público va a ver danza contemporánea y otras obras con un espíritu cercano al neoclásico, pero concebidas desde un punto de vista muy actual”.

Revisa en siguiente video un adelanto de lo que presentará en Chile la compañía Acosta Danza

−¿Qué significa para ti, como director de Acosta Danza, venir a presentarse a un festival como Santiago a Mil, que no sólo tiene programación de salas, sino que también lleva espectáculos a personas que habitualmente no tienen oportunidad de verlos (como será contigo, por ejemplo)? ¿Le da eso un sabor especial a las presentaciones?

−Cuando me hablaron de bailar en el festival, una de las cosas que más me gustó fue la posibilidad que ustedes brindan para que todos puedan apreciar el arte escénico. Llevar a Acosta Danza a Chile y que la compañía se presente ante un público sin distinciones económicas me parece muy enriquecedor. He apostado siempre por romper los límites cada vez que pueda. He actuado ante la realeza europea y también en escenarios efímeros, ante públicos de todas las clases, hermanado por el más puro amor al arte. Nosotros trabajamos para todos, y esas divisiones de clase, de economías, sólo limita el alcance del arte y nos quita posibilidades a los artistas, sobre todo a los que trabajamos en la escena. Y Santiago a Mil derriba esas barreras.

−El lema del festival, este año, es “El poder de actuar”. Tú has vivido en carne propia cómo el arte puede transformar la vida del artista y el espectador. ¿Cómo imaginas que podría transformarse el mundo, o entregar un mensaje, a través de la danza? ¿Qué temas son para ti particularmente sensibles?

−La capacidad de hacer arte es lo que nos diferencia del resto de los seres vivos. Crear arte es enfatizar nuestra humanidad, nos hace más sensibles, más compasivos. La danza alivia, te hace soñar, ella tiene la belleza del movimiento, la plasticidad; la mayoría de las veces tiene música y sonidos. Este mundo de belleza ayuda a las personas a tomarse un descanso y olvidarse un rato de sus preocupaciones para luego enfrentarlas con más fuerza y resolverlas. Ojalá todos tuvieran la oportunidad de ver más danza, incluso de bailar mucho más. Las preocupaciones se alejan, el cuerpo se relaja. Creo que habría menos delincuencia. El mundo sería otro si todos tuvieran acceso al arte, si siguieran su espíritu porque el espíritu del arte es siempre noble.

−¿Qué pasa en tu cuerpo y en tu mente cada vez que subes a un escenario? Uno podría pensar que para ti es una rutina, pero quizá hay actuaciones más significativas que otras, o piezas particulares que te guste más representar.

−Bailar es mi vida, y aunque suene a cliché es la verdad. Si no es todo lo que sé hacer al menos es lo mejor que sé hacer. La danza me salvó y me ha permitido muchas cosas. Cada vez que subo al escenario siento que estoy en el lugar exacto. Y nunca es rutina, porque este arte te exige entrega total todo el tiempo y yo no pierdo la curiosidad. Me asusto y me emociono cada vez que voy a salir a escena. He disfrutado bailar los grandes clásicos como Don Quijote, o los ballets de MacMillan: Romeo y Julieta, Mayerling. Ahora con Mermaid exploro otras expresiones, hago otro viaje espiritual. Mi personaje es alguien que lo entrega todo hasta quedarse sin nada.

−¿Cómo ha sido para ti “empezar” una carrera en la danza contemporánea, una vez que saliste del Royal Ballet? ¿Cómo se ha sentido tu cuerpo con este desafío? ¿Hay algo que te entregue la danza contemporánea que no te entregue el ballet?

−Cambiar siempre es difícil, sobre todo cuando el cambio es físico. Fueron muchos años bailando ballet clásico y puedo decir que bailé todos los grandes títulos y todos los grandes coreógrafos. Fue mucho trabajo. Aunque el público no lo notara, el cuerpo ya me estaba haciendo resistencia ante todo el entrenamiento del ballet que es un arte que exige una perfección que va contra la naturaleza física humana. Por supuesto que extraño bailar un Romeo y Julieta o un Don Quijote completo, pero ya esa es una etapa superada. Ahora sigo bailando, todo lo que he aprendido, no sólo de ballet, lo aprovecho para seguir bailando y la danza contemporánea tiene una libertad en la que me siento cómodo, aunque también exige mucho rigor y conocimiento. El cambio me ha oxigenado y pienso que bailaré hasta que no pueda más.

− ¿Te gustaría, algún día, volver a vivir en Cuba y ser, por ejemplo, director del Ballet Nacional de Cuba?

Yo no me he ido de Cuba, aunque viva en Londres. Cuba siempre está ahí y en Cuba tengo mi casa. El Ballet Nacional de Cuba tiene una nueva dirección artística, Viengsay Valdés, que ha comenzado a renovar una serie de cosas y me parece que está haciendo un buen trabajo. Ella sabe que tiene todo mi apoyo, pero no he pensado que dirigiré esa compañía en un futuro pues ya tengo mi propia compañía y durante unos años estaré muy ocupado con el Birmingham.

−Artísticamente hablando, ¿cómo ves el nivel del ballet y la danza contemporánea hoy en Cuba? ¿Y económicamente hablando?

−Cuba está atravesando por un momento difícil económicamente y eso repercute en todos los aspectos. También en la danza. Pero siguen existiendo excelentes bailarines porque todos los años se gradúan cientos de las escuelas de arte de todo el país, que es lo que garantiza que siempre contemos con buenos artistas. Ha habido afectaciones, pero seguimos con un alto nivel de calidad técnica. Creo que Acosta Danza es prueba de eso.

−¿Cuáles son los principales desafíos, en términos profesionales y personales, que tendrás como Director Artístico del Royal Ballet de Birmingham?

−Quiero renovar, llevar nuevos temas al repertorio del Birmingham, respetando también su tradición. Quiero llevar coreógrafos jóvenes, algunos desconocidos todavía, pero con mucho talento, para que hagan sus obras y aporten nuevas miradas a la danza que hace la compañía. Quiero acercar el ballet a la juventud. Tengo muchos proyectos.

Yuli, su vida llevada a la pantalla grande

Además de la danza, Carlos Acosta ha incursionado en el cine, siendo nominado en 2018 a los Goya por su papel en Yuli, cinta sobre la vida del bailarín dirigida por la española Icíar Bollaín (Te doy mis ojos; También la lluvia). Basado en el libro autobiográfico Sin mirar atrás, el filme recibió otras cuatro nominaciones a los Goya y el premio al Mejor Guión en el Festival de Cine de San Sebastián.

−Cuéntanos ahora cómo se gestó la publicación de tu autobiografía, tu novela y tu participación en Yuli. ¿Fueron obras nacidas de ti o te buscaron? Si te buscaron, ¿cómo te convencieron para participar?

−El libro surgió de mi necesidad de contar una serie de historias y experiencias personales. Me senté un día y comencé a escribir en cada momento libre: en los descansos, entre ensayos. No podía parar. Y creo que fue como una terapia o un exorcismo porque después de eso me sentí libre y más tranquilo con mi pasado. Con el libro dije muchas cosas que de otra manera me hubiera costado trabajo expresar. Luego hubo varios intentos de llevar el libro al cine. Mi productora había pensado en Paul Laverty para el guión, pero como él trabaja con Ken Loach, pensamos que sería muy difícil contactarlo. Pero la BBC hizo un documental sobre mí y Paul lo vio; se puso en contacto con nosotros pues le había gustado mi historia. Rápidamente conectamos. Icíar Bollaín sería la directora. Con ese equipo inicial todo comenzó a caminar muy rápido y se organizó la producción del filme. En dos años hicimos la película.

−¿Qué proceso hiciste para elegir qué contar y qué no de tu vida en tu libro y en Yuli? Porque hay temas muy sensibles que quizá fue difícil revivir como recrear la imagen de tu padre. ¿Qué opinó tu familia de la película?

−En el libro traté de ser lo más sincero posible. Quién se lea el libro sabe de lo que hablo. Para la película hubo una síntesis, pero se respetó la historia. El proceso de Yuli fue difícil porque tuve que revivir historias muy tristes de mi familia que prefiero no recordar. Hay escenas que me costaron dolor, pero la película ha hecho eterna la historia de mi familia. Un día mis nietos podrán tener una idea de lo que nos sucedió.

−¿Es cierto que cuando eras chico querías ser Pelé?

−Quería ser futbolista, Pelé era un ídolo para todos nosotros. Pero la vida me llevó hacia la danza.

−¿Te gustaría que tus hijos se dedicaran a la danza, conociendo ese mundo desde adentro y los sacrificios que hay que hacer?

−Yo quiero que mis hijos hagan lo que les guste, que puedan desarrollar sus vocaciones. Si quieren estudiar ballet pues que lo estudien porque, al final, todos los trabajos les van a exigir sacrificios. Pero me gustaría que la profesión que escojan la hagan de la mejor manera que puedan. Yo los voy a apoyar siempre, elijan lo que elijan.

−¿Dónde está tu casa? ¿En Inglaterra? ¿En Cuba? ¿En un avión? La actriz Oona Chaplin, que viaja mucho por el mundo, decía que, para ella, su hogar era donde colgaba el abrigo.

−Vivo entre Inglaterra y Cuba. En el Reino Unido tengo mi familia, mi esposa, mis hijas, tengo responsabilidades profesionales, ahora está el Birmingham. Cuba es mi país, ahí está la otra parte de mi familia, amigos, ahí radica Acosta Danza. Es complicado, pero mantengo el equilibrio entre ambos lugares.


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