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Quien dirige qué: Croma y el problema de la percepción


Quien dirige qué: Croma y el problema de la percepción

Este texto fue creado en el Taller de Crítica a cargo de Javier Ibacache, el cual forma parte de las actividades de LAB Escénico de Teatro Hoy 2017. Por esto mismo, los comentarios que aparecen a continuación son de exclusiva responsabilidad de su autor, y no corresponden necesariamente a la opinión de Fundación Teatro a Mil.

Por Ignacia Goycoolea

Croma es la quinta obra del colectivo Tercer Abstracto, compañía liderada por el director David Atencio, quien propone un trabajo escénico atravesado por conceptos de las artes visuales y específicamente del arte abstracto.

En esta entrega, en el contexto del Ciclo de Teatro Hoy, la premisa es la investigación del artista alemán Josef Albers quien plantea una discrepancia entre el efecto físico y el efecto psíquico de la percepción visual. De este modo, la obra pretende relativizar el concepto de realidad, sometiéndolo a la experiencia individual de la percepción y a los diversos puntos de vista ante un mismo hecho. Para esto sitúa la ficción en una productora cinematográfica en pleno proceso de rodaje y animación, e introduce el mecanismo del croma aparentemente para potenciar este precepto.

El escenario replica el set donde se está montando la película, cuya trama y desarrollo desconocemos fuera de que se sitúa en un desierto. Entre los montajistas, tramoyas y productores se develan ciertos embrollos que no alcanzan mayor protagonismo.

Quienes se roban literalmente la película son los seres-croma, versiones unicolor de los propios personajes, que tramoyean en el plano ficcional de la realidad, proponiendo que son ellos quienes conducen y deciden el devenir de esta productora. Tras ellos los incansables intentos por encausar o al menos poner en tela de juicio lo que observamos como realidad.

Se le suman a estos intentos las proyecciones en una pantalla sobre el escenario, que muestra las escenas que vemos en él, desde otra perspectiva e incluso nos muestra a nosotros mismos en un sobreexigido intento de puesta en abismo.

Resultaría fácil pensar sobre las distintas instancias, especialmente en relación a los nuevos medios y boom de las redes sociales, en que nuestra percepción de la realidad es conducida por estos seres cromas que parecen conocer nuestros intereses, manejar nuestros hábitos de consumo. Y más allá: organizar nuestros recuerdos, sugerir amistades, transmitir nuestras emociones y subyugar al mundo de las palabras nuestras experiencias de encuentro.

Sin que podamos ver a estos seres croma que la obra nos sugiere, es posible reconocer a lo que se refiere cuando plantea que versiones análogas de nosotros mismos efectivamente construyen nuestro entorno. Sin embargo la engorrosa empresa de plasmar eso en escena superó las capacidades técnicas del equipo, dejando entrever un proceso poco acabado en términos de ejecución, precisamente en lo que se refiere al manejo de las tecnologías. Como si a los verdaderos seres croma de este proceso aún no los pudieran dominar.

El director mismo nos introduce sintéticamente el marco teórico de la obra antes de comenzar la función y luego lo volvemos a ver en la pantalla sobre el escenario, dirigiendo una de las escena en un tiempo pasado desde el patio de butacas. Percibimos su intención de conducir nuestra percepción de la realidad, de plantearnos la pregunta por quién es quién, organiza y toma las decisiones dentro como planteando un paralelo a nuestras propias vidas. Dentro de todos los

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